domingo, 21 de octubre de 2012

Incertidumbre paradójica


Un día más se levanta para ir a clase. De nuevo, verá a sus profesores, a sus apuntes, a sus compañeros, y entre estos últimos a él.

Todas las noches antes de dormir piensa en él, en su presencia, en su sonrisa, en ese misterio que lo envuelve e invita a indagar más sobre su persona. Si tan solo supiese algo de él, si lo conociese un ápice, quizás podría cerciorarse de que es el amor de su vida; o tal vez comprendería que no son compatibles, quitaría la venda que a sus ojos inhibe y dejaría de pensar en él todo el tiempo. Podría aplacar el latido desbocado que atenaza su pecho cuando por casualidad sus miradas se encuentran.

Está bien, mañana lo haré, hablaré con el y me ganaré su confianza, seremos amigos, acaba sentenciando cada noche antes de entregarse al dios Morfeo; por la mañana, sin embargo, todo es muy distinto: sus pies parecen desarrollar raíces que la atan al suelo, el corazón late, su boca se obstruye con todas esas palabras que no logran encontrar una salida. De repente, encuentra su mirada, y seguidamente esconde su rostro sonrojado mientras da vueltas a la idea de que es imposible y ha sido una estúpida al pensar en la posibilidad. Entonces, coge su diario y detalla cómo debería haber transcurrido la situación, recreando la situación ideal.


Ahí está de nuevo, evitándole; lo que él daría por contemplar esos preciosos ojos toda la eternidad. Cada vez que la ve le embarga un profundo anhelo, quisiera tomar su mano y acercarla a su pecho para así demostrarle que late por ella. Es tan pequeña y adorable, a simple vista podría pasar por una chica más, pero algo en ella la hace especial, destacar entre ese mar de gentes en el que está inmerso. No sabe su será su alegría, esa risa angelical, o la energía con la que parece danzar siempre que realiza el más mínimo movimiento, pero no puede sacar de su cabeza a esa chica.

Todos los días la observa desde la lejanía y se obliga a ir a hablar con ella. Está a punto de hacerlo, y ya nota el cálido abrazo de su mirada, cuando la chica de sus sueños agacha su linda cabecita. ¡Qué estúpido! A ella no le interesa, pues cada vez que intenta acercarse, ella lo evita; seguro que solo busca su mirada para después escribir en su cuaderno cuan mediocre le resulta en comparación con aquél que verdaderamente ocupa sus pensamientos.  

lunes, 15 de octubre de 2012

UNA Y NO MÁS


Todos cometemos errores continuamente, unos de mayor magnitud que otros, pero no por ello somos reos condenados a la guillotina; obramos mal, a veces sin excusa o con una que realmente no justifica nada. ¿Cuántas veces es necesario equivocarse para aprender? UNA y NO MÁS.

Nos dejamos llevar, y realizamos acciones de forma inconsciente, sin analizar nuestros actos en profundidad, y de esa forma acabamos perjudicando a aquéllos que nada tienen que ver. UNA y NO MÁS.

Y al darnos plena cuenta de qué hemos hecho, caemos en un bucle martirizante que nos recuerda constantemente cuan ruines hemos sido; cómo llegamos a traicionar nuestros principios para convertirnos exactamente en nuestro gemelo malvado, un ente contrario a nuestra naturaleza contra el que hemos luchado toda nuestra existencia.

Pero eso no es suficiente, todo cuanto nos rodea o todos los que conviven a nuestro alrededor se empeñan en sumirnos en la vergüenza, regocijándose cruelmente en nuestra miseria, juzgando lejos de ser árbitros imparciales. Nada podemos hacer, solo penar en silencio, aguantando y plantando cara impotentes ante las circunstancias.

Ya nada será igual que antes. El reproche reflejado en los ojos de tus semejantes se une al sentimiento de haberte fallado a ti mismo. ¿Dónde está la persona que solías ser? Yo lo sé; hundida en la oscuridad buscando cualquier indicio de luz para luchar contra el mundo, porque fue UNA vez y NO habrá MÁS, porque te servirá como otra lección en esta vida caprichosa que nos da mil vueltas, porque te hará de espíritu más fuerte,  te mantendrás en pie pese a la tormenta que tratará de derribarte. Errar es inherente a aprender y no se aprende sin cometer errores; pero, al final de tus días estarás seguro de que fue UNA y NO MÁS.

martes, 9 de octubre de 2012

¿Por qué nos desprecian en la copistería?

Puede que os resulte difícil de creer, dada la simpatía que derrochan las chicas de la copistería de nuestra facultad, pero esta historia es totalmente cierta. El odio y la aversión de la que fuimos víctimas, la humillación a la que nos sometieron.

En la fotocopiadora de la biblioteca, se estaba acabando el papel, por lo que Rochelle y Ártemis acudierona copicentro en busca de ayuda. Tras largo rato discutiendo quién iba a dirigirse a las trabajadoras del establecimiento, pues todos ya han comprobado su antipatía, Ártemis decidió plantear la cuestión a la que de aquéllas parecía más amable. Sin embargo, su plan no salió del todo bien y nuestras dos aventureras sufrieron la cólera de otra empleada que creyó oportuno inmiscuirse en la consulta, y de paso, humillarlas.

A- Perdona, es que a la fotocopiadora de la biblioteca se le está acabando el papel y... 
E-¡¡¿QUÉ SE LE ESTÁ ACABANDO O SE LE HA ACABADO?!! ¡¡CÓMO LO SABÉIS!
R: Porque lo pone.
E- ¡¡¿PERO EN QUE BANDEJA?!!
R y A: .... (¿cuántas bandejas habrá?¿¡qué vamos a saber nosotras?)
E- ¡ES QUE HAY 4! ¡DOS HORIZONTALES Y DOS VERTICALES Y ES CASI IMPOSIBLE QUE FALTE PAPEL!

Rochelle y Ártemis se quedaron calladas, estupefactas, empequeñecidas ante el mal trato que recibieron; se preguntaban qué había de malo en su pregunta, cómo habrían podido ofender a esa señorita para que las vociferase de esa forma ante los compañeros de su facultad.

Me parece un abuso, pues nadie le había faltado al respeto para que ella si lo hiciera, denigrando a dos pobres estudiantes. Tal vez solo me lo parece a mí, pero en mi opinión, se debería respetar a los clientes y en caso de desconocer el funcionamientos de la copistería, invertir el tiempo en explicarles su error en lugar de ponerlos en evidencia y maltratarlos psicológicamente.

P.D.: nos deben una disculpa, ya que nosotras llevábamos razón, y sin comprobarlo siquiera, ya nos gritaban.


sábado, 6 de octubre de 2012

El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra

En ocasiones me siento como una persona malvada odiando a quienes no me han hecho daño alguno, al menos directa o intencionadamente; intento reprimir este irremediable impulso de ponerles mala cara y realmente me cuesta aparentar que no hierve mi sangre en ese momento.
 
Con un simple gesto encienden mi cólera, y quizás solo es que intento justificar estos sentimientos, pero hay quienes parecen esforzarse por ser insoportables, que solo abren la boca para despejar la salida a estupideces que superan en tamaño a una ballena azul. Les resulta tan fácil, tienen un talento natural para soltar frases sin pensarlas. ¿o es sólo mi imaginación? ¿es que soy una prejuiciosa intolerante?
 
Confío en que habrá quien experimente las mismas sensaciones con tan solo escuchar mi nombre. Siento si no caigo bien, pues sé que no soy la flor más adorable del jardín, pero de verdad que no quiero hacer ningún mal a nadie, nada más lejos de mi intención.
 
Acabo de presenciar una escena que ha acabado con mi paciencia. Quizá que la odie aumenta mi indignación, pero, ¿por qué regañó a ese pobre niño por tocar, simplemente rozar con sus dedos, un cartón vacío? ¿sólo porque ella había traído una tarta dentro? Pues que yo sepa, EL CARTÓN NO SE COME. Pensaréis que lo hacía para evitar que se manchara, pero eso resultaba imposible, pues la caja estaba impoluta.
 
¿Soy la única irracional, que reacciona exageradamente contra cualquier inocente criatura del señor? Creo que no, pero eso no me hace mejor persona, y hasta pienso que me rebaja al mismo nivel de patanería.