jueves, 3 de enero de 2013

El trenecito de los problemas

Una preciosa tarde de invierno, concretamente el día 3 de enero, 6 niñas decidieron subir en la cochinita muy alegremente, pero parece que alguien se empeñó en aguarles la fiesta. Llegaron a las cuatro y se incorporaron a una fila muy poco definida para esperar a un trenecito que llegaría una hora después. Ya acercándose la hora, la fila de personas que tenía delante se engrosaba de forma preocupante, tanto que algunas madres comenzaron una pequeña trifulca con aquellos que claramente se habían infiltrado en la cola sin más razón que la de tener una cara muy dura. Pero no os preocupéis queridos lectores, pues se colocaron vallas para impedir que se metieran ajenos al orden cuando ya había por lo menos unas 20 personas que no habían estado esperando desde un principio y que, claro está, no abandonaron la posición que habían adquirido ilegalmente.

Las niñas se desilusionaron un poco ya que parecía que no quedaría espacio para seis personas en el primer viaje. Sin embargo, a la hora de montar en la cochinita se disipó el nubarrón y descubrieron que sí podrían subir en ese primer viaje, lo que no sabía era de que manera.

El grupo de las niñas estaba constituido por 2 adolescentes al cargo de 4 niños menores de 10 años, y cual no fue su frustración cuando los encargados del tren les instaron a que se separaran. Las mayores intentaron razonar, pues no podían dejar solo a ninguno de los niños en el tren, pero sus sugerencias fueron aplacadas con poco amables vociferíos que las instaban a repartirse en los vagones. La mayor comprendía que aquellos trabajadores no podían complacer a todos los usuarios de ese transporte festivo, pero creía que ellos también deberían comprender que no les era posible moralmente dejar a unos niños solos entre tantas personas desconocidas habiendo más de un vagón libre.

¿Sabéis lo que pasó, queridos lectores? ¿adivináis cómo acabó el pequeño desentendimiento? Los trabajadores, molestos, insistieron hasta que colocaron a los inocentes niños en un vagón de 6 personas junto con una familia cuyos progenitores ocupaban gran parte del asiento; en total 12 personas en un compartimento de 6, lo cual dejó a las niñas todas apretujadas en una fila de asientos para tres. Imaginaos con qué ilusión y desparpajo disfrutaron el viaje y con que alegría y empatía miraron a los señores que les ofrecieron tan animado paseo cuando, una vez fuera, vieron pasar la cochinita con solo varias personas en un vagón sentados a sus anchas, cosa que no pudieron disfrutar en su turno tras haber esperado la misma cola que otros futuros usuarios del tren.

Esta imagen del trenecito no corresponde a la de la historia, es una imagen elegida para ilustrar el relato.
Pues sí, así es la vida; esperas una interminable hora para cumplir la ilusión de unos niños pequeños y después te encuentras con que ni siquiera puedes disfrutar con esas pequeñas y dulces sonrisas. ¿Por qué? Porque te han tratado mal, te han puesto en un aprieto, han ignorado tus intentos por entablar una conversación civilizada y te han confinado en una lata como si de sardinas se tratase; todo eso mientras otras personas son conducidas y acomodadas amablemente. Eso, que se note que es Navidad.