domingo, 15 de septiembre de 2013

Un faro entre la niebla


Confirmando mis ínfimas expectativas respecto a la fiesta, me hallaba sentada con toda esperanza de bailar perdida, revisando los pliegues de mi falda. Fue una suave voz la me hizo mirar la mano que él me tendía. Su invitación a bailar me dejó no menos que anonadada; sin embargo, nada comparado con el hechizo de su mirada, la luz de un faro que me guió entre la niebla.

Bailamos hasta bien entrada la noche al son del aleteo que invadía mi vientre, mariposas danzarinas que arbitraban el golpeteo de mi corazón desbocado. Me sentí bella, deseada, plena; irreal a la par que auténtica, omnipotente.

La imagen de cenicienta desfiló por los bordes de mi mente, augurándome de manera inconsciente el que sería un trágico final para mi velada de ensueño. Nada detuvo el engranaje del tiempo, ni el pesar que atenaza mi pecho al rememorar su rostro, su piel, los fluidos movimientos del compañero de baile que, por caprichoso destino, tras esa noche veraniega jamás volví a ver.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario