sábado, 22 de septiembre de 2012

Nieve, hielo y escarcha

Me siento vacía. No logro identificar de qué carezco para albergar este sentir. Miro a mi alrededor y puedo valorar todo cuanto me rodea; no me falta de nada, soy afortunada de tener  todas aquéllas necesidades esenciales cubiertas. Y, sin embargo, mi mente trata constantemente de encontrar el fallo que supone que existe en alguna parte.

Puedo leer miles de libros, evadir la realidad, imaginar sin un rumbo fijo; pero mis fantasías, solo son eso, historias inventadas por un corazón que espera experimentar diferentes tipos de latidos, y no sólo el bum-bum acostumbrado y monótono de cada día.

Soy una persona fría, seria; allá donde voy me lo hacen saber. Pocas cosas derrumban el castillo de hielo en el que me instalé cuando no tenía uso de razón. Estoy orgullosa de ser fuerte, de ser capaz de mantener la cabeza alta a pesar de las circunstancias, de mantener la cabeza fría, no dejarme llevar por sentimientos pasajeros. Esta misma férrea determinación es la que impide derribar la muralla que me envuelve, cascar la coraza que me protege. A veces, bajo la guardia y aparecen fisuras momentáneas, pequeñas grietas por la que se me escapa un retazo de mi yo sentimental; entonces, aquél que lo presencia me observa desde un rostro sembrado por la estupefacción, pues nadie puede ver más allá de la máscara, nadie ha captado jamás mi esencia. 

Quizás un día encuentre alguna persona que derrita el hielo, que asuma la función de mi sol propio; que me escuche y no me oiga, que me mire y no sólo me observe. Que pueda atravesar el caparazón, que me sienta como soy.  

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